“Esperamos que la clientela aumente un 80%. Vamos a atraer a los turistas con una pantalla grande en la calle para transmitir los partidos y ofreceremos churrascos. Queremos que haya ambiente de fiesta”, adelantó a LA NACION la asistente social Cleide Almeida, de la Asociación de Amigos de Vila Mimosa, área donde trabajan unas 4,000 prostitutas.
Ubicada a pocos metros del Maracaná, el epicentro es un enorme y oscuro callejón sobre la calle Sotero dos Reis, donde se alinean pequeños bares de dos pisos, cada uno con una música distinta a todo volumen. Allí, entre chicas en bikini y ropa interior que se asoman para ofrecer sus servicios, se pasean, cerveza o caipiriña en mano, obreros, camioneros, taxistas, estudiantes y militares en busca de sexo, mientras empleados de limpieza baldean el corredor con un detergente nauseabundo.
En las cuadras vecinas, más mujeres semidesnudas recorren otros bares y puestos callejeros donde se mezclan con trabajadores de los frigoríficos del barrio, con sus delantales manchados de sangre. Aquí, la carne está presente en todas sus formas. MÁS AQUI
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